Quizás puede parecer una locura, pero sentimos que “renacer la Alegría” es casi una obligación, un deseo, un sueño, que debemos alimentar con nuestro testimonio, con nuestra presencia humilde, con los cinco sentidos, retornando siempre a las fuentes que alimentan esta vocación, identidad, compromiso hacia nuestros hermanos, amar y dejarse amar.
Durante este tiempo en misión hemos tenido la certeza de que “ nunca estamos solos”; caminamos de la mano del pueblo que nos acoge bajo la presencia de Nuestro Señor; hay que cruzar desiertos, caminos oscuros, pedregales, ciénagas, para llegar a este deseado Renacer, el cual nos obliga a diario a de-construirnos para crecer como hombres-mujeres nuevos, Renacidos.
Siempre hay una sonrisa, un silencio, un llanto, una mirada que nos sitúa nuevamente en los cimientos de nuestro compromiso. Salir de uno mismo, de sus “falsas seguridades”, un salto de confianza, es un paso gigante, lleno de dudas, miedos... sorpresas que darán sentido a nuestro vida.
Debemos de contagiar alegría sirviendo, compartiendo, haciendo de nuestra vida una oración sencilla, un auténtico “Renacer en/la alegría”.
A día de hoy miramos de dar testimonio de familia y llevar la alegría de la educación en una pequeña comunidad en el Valle Alto de Bolivia.
Reciban un fuerte abrazo lleno de esperanza, unidos en la oración, el servicio y el amor incondicional.
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